Artista multidisciplinar, Javier Martínez Ancín suma esta nueva actividad de cronista urbano a la suya intrínseca de dibujante y a su actividad profesional de infógrafo.  Dos tipos de motivos son los que justifican la conveniencia de esta nueva actividad: unos son internos y proceden de las muestras similares realizadas en Artágora por el autor durante los últimos seis años, en los que Javier ha ido recogiendo diversas intervenciones gráficas en distintos enclaves de la ciudad de Sevilla, documentando el fenómeno del graffiti desde su particular punto de vista, mostrando un fenómeno que forma parte del paisaje urbano y que nos recuerda que la ciudad está viva más allá de los políticos con sus gobernanzas, y que ya desde los años 60, los grafiteros anticiparon cambios sociales, y otros son externos a las mismas obras y tienen que ver con la acogida –a veces manipulatoria- y la asimilación de la estética del grafiti en nuestro ámbito cultural.  Surge, así, la exigencia de situar la imagen propia del grafiti en un momento concreto de la evolución de la creación visual del autor, que ve en el arte “un comercio con los sentidos” y que con su pesimismo representa una concepción moderna y heroica de la vida que considera que el arte es incapaz de abolir lo particular, lo empírico, lo pasional o lo “vulgar”. Para Javier el arte es vida, acción, pasionalidad sin catarsis, problemática inagotable en cuanto que es experiencia, temporalidad, historicidad. Y así nos lo manifiesta como cronista urbano que cede el protagonismo a los autores callejeros de la ciudad de Sevilla, mediante la utilización de su cámara fotográfica, como culto de admiración al trabajo artístico que vienen desarrollando y como ejemplo logrado de su evolución en el que el aerosol, la tiza, el carbón y la pintura compiten con toda la trama de medios de comunicación oficiales.

   Se exhiben 13 fotografías realizadas en el entorno del Puente de la Barqueta sobre el río Guadalquivir durante los primeros días del mes de Septiembre. Los grafitis han ido variando con mayor o menor frecuencia, superponiéndose unos a otros, mostrando un fenómeno que forma parte del paisaje urbano. Construido entre 1989 y 1992 como acceso al recinto de la Exposición Universal, el Puente de la Barqueta fue diseñado por los ingenieros Juan J. Arenas y Marcos J. Pantaleón. Cuenta con un solo ojo apoyado de orilla a orilla y fue premiado por la Convención Europea para la Construcción Metálica.