Artágora Galería Virtual
La épica del mar requiere de lo pintado. Porque su sueño ha sido más que la realidad. Su corazón el naufragio o la brazada del nadador avanzando hacia la orilla o huyendo hacia el horizonte.
El mar se ha grabado en nuestros ojos aunque nunca lo hayamos visto. Su espejo es la infinitud, y sus mareas la tonalidad de lo finito. Tiene deslumbramiento y turbiedad. Formas instantáneas que contienen la seducción de un aviso para la mirada inacabable. No son sirenas sus cintas y sus manchas, sino textura para un misterio que puede ser buceado.
Desnudo, sin sandalias, el mar ha caminado por lienzos y metales recorriéndonos. Aun teniéndolo todo no es materia ni sustancia ni perfume, sino esencia del prodigio capturado y de la disolución de la belleza. Movimiento y misterio. Enigma y destello.
Sus barcos arden cuando el pincel se retira a las islas remotas de la conciencia. La tinta y el indecible color de su ser, se derraman más allá de nuestra enamorada ceguera. Tres caracolas, tres mensajes en una botella, tres peces rotos, el tríptico del mar se devora a si mismo su fragancia.
Hundo mis manos en este libro para oír el mar.
Josela Maturana.