José Miguel Negro Macho: "Circulares"

Acontecía el día 13, lunes, y no se le ocurría ninguna introducción para su exposición recién inaugurada en la galería virtual. El autor reflexionaba sobre los modelos al uso en los que se sustentaban las narraciones de arte, buscando un hilo conductor que explicara su trabajo.

  • Buenos días, ¿qué va a tomar el señor?
  • Lo de siempre, gracias: un café con leche. ¡Ah!, y por favor, tráigame sacarina
  • Enseguida se lo sirvo, muchas gracias.

Ahora ya era amigo del arte y de los artistas en cuanto que también eran colegas inventores de falsos mundos. Pero tuvo una época, de más joven claro, en que lo que más le gustaba era diseccionar sobre las posibilidades del arte como instrumento educativo. Censuraba a aquellos artistas que, como tales, se hallaban apoltronados en la vidilla artística; ellos no sabían, con su arte, construir nuevas mentiras que hiciesen a los hombres compatibles con la emotividad.

  • Aquí tiene su café, señor
  • Gracias; tenga, quédese con la vuelta

Pero hay que ver cómo cambian las simples opiniones y los sentimientos; incluso se extinguen. Comenzó amando lo digital hace casi veinte años, por lo que de irrespetuoso tenía con el llamado auténtico arte y sus exigencias formales. Pero ahora también aquella misma construcción subjetiva había terminado por ser parte del arte e, incluso, como tal arte, teniendo en su esencia la negación de herramienta política. Plasmar belleza en la materia sensible teniendo como límites los conceptos y los procedimientos del tiempo que nos toca vivir. Aunque sí, qué carajos, el arte es una herramienta básicamente educativa puesta en manos del poder político.

  • Su café ya está pagado, señor
  • ¿Qué?
  • Sí, señor, aquella joven de la mesa soleada

Era Yolanda, la de las copias imperfectas con su algo de ilusión óptica, la pequeña distorsionadora de la realidad, la artista de la mímesis. Pero como él, que se consideraba artista inventor,  también vivía de apariencias, fabricaba simulacros y falseaba la verdad. Ambos eran unos artistas mentirosos en el sentido de que pueden crear parecidos pero no pueden crear realidad. Buscan la verdad allí donde no está ni puede estar. Lo confunden todo y todo lo desordenan en sus ensoñaciones de lo sensible.

Se levantó de su mesa y, al pasar junto a la de Yolanda, hizo un gesto de agradecimiento. Ella sonrió y pensó: maldito podemita ¿qué pretenderás con tus círculos? si ellos están dando la impresión de pensar también que una sociedad bien ordenada no puede tolerar la singularidad de la experiencia artística; mejor te afeitas esos bigotes.

El autor casi adivinó sus pensamientos por la expresión de su cara y respondió con una sonrisa irónica dibujada en la mañana. Con mis círculos introduzco confusión al querer mostrar imaginación al mismo nivel que racionalidad, contestó con su mirada.

 


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