José Miguel Negro Macho: "Nocturnos: paseo alrededor del Coliseo (II)"

 El artista descendió rápidamente por los escalones del metro Colosseo mientras guardaba su cámara. En el vestíbulo de la estación se encontraban mosaicos de Peter Dorazio, Kenneth Noland y Emil Schumacher. Pretendía llegar con prontitud a la estación Termini, situada en la Piazza del Cinquecento,  por lo que se dirigió al expendedor de billetes y a los lavabos posteriormente. Debería de tomar el metro en dirección a Rebibbia.

  Se había despedido de Gropius comentando el compromiso del empresario Della Valle con el Coliseo, y el incentivo fiscal que Renzi había instaurado en 2014, un 65% para aquellas empresas que invirtieran en Cultura sin tope de cantidad. Pensó que hubiera sido emocionante poder asistir, como uno de los 200 invitados, al concierto de los jóvenes músicos de la Accademia de La Scala milanesa dirigidos por Zubin Mehta, que reinauguraría el Coliseo 25 millones de euros después.

  Ya en el andén correspondiente, la esquemática perspectiva lineal hizo que no prestara mucha atención al señor enchaquetado que leía el periódico mientras caminaba lentamente, ni a la joven de impermeable amarillo, pelo largo y pantalón vaquero, que miraba distraídamente el plano mural de las distintas estaciones, ni siquiera a la pareja de enamorados sentada en paciente espera sin que le importara demasiado la llegada del siguiente tren.  A un habitante de ciudad se le antojaría el hecho de ver objetos y personas como parte de su rutina diaria a no ser que éstos se viesen sometidos a una distorsión artificial que motivase su redescubrimiento mental. El autor nos dijo que, en aquel momento, le hubiera gustado tener “unas gafas cubistas para transformar la perspectiva fija renacentista en visiones simultáneas de los objetos; una fusión de distintos puntos visuales que le permitiese ver más en el mismo plano”

  La aparición de una luz diminuta a lo lejos de aquel túnel vestido de negro, hacía adivinar la llegada del anunciado tren. Paulatinamente más grande y más cercana, venía acompañada de un ruido in crescendo y de un emergente sombreado de superficies de vagones que se acercaban por el camino marcado en aquella perspectiva visual. Seguramente, con sus gafas mágicas, el autor hubiera podido ver los sombreados producidos por las tenues luces del andén que iluminaban la escena, como si se tratasen de las articulaciones espaciales de un plano fotográfico.

  El tren se detuvo. La puerta se abrió. Se bajaron un par de usuarios. El autor quedó pensativo sobre la posibilidad de encontrar el hueco de las puertas para introducirse en el interior del vagón en un mundo subjetivo y yuxtapuesto de ensoñaciones. Las puertas comenzaron a cerrarse y dio un rápido impulso para no quedarse fuera. Aquello no era la representación sobre el plano de los múltiples aspectos de un objeto que creaban espacios articulados, era el último tren que pasaba en aquella extraña noche hacia su siguiente parada: Cavour


*
Los precios incluyen el IVA. No incluyen el envío. Gracias.